Como ya sabéis, este año he vuelto a estudiar y la verdad es que estaba muy ilusionada con este nuevo proyecto. Bueno…pues la ilusión va desapareciendo. Sigo esperando volver al Instituto y dar clases, pero ese deseo de aprender en la universidad se va esfumando. Hace unas semanas entregue un trabajo, estaba ilusionada porque tengo que reconocer que me cuesta ponerme a escribir, no siempre las ideas fluyen como quisiera. Al recibir el trabajo, tuve la sorpresa de ver que se me habían “corregido” palabras (con sinónimos), cambiado frases…Digamos que mi estilo de escribir no convencía, tenía que ser el de mi profesor. Y empecé a recordar los años de escuela, cuando teníamos que hacer comentarios de textos y mis profesores siempre nos corregían, casi nunca nos dejaban venir con ideas originales… Al final nos dimos cuenta que si nos poníamos a copiar de los libros de comentarios los profesores estaban más contentos y encima sacabas mejores notas. Y en el trabajo pasa muchas veces lo mismo: siempre hay alguien al que no le gusta tu forma de escribir un email, te pide que cambies alguna palabra porque suena mejor…aunque en realidad el mensaje es el mismo. O vienes con ideas para mejorar algún proceso y te miran como el raro de la empresa, ni quieren escuchar tus argumentos.
¿Todos tenemos que ser iguales, hablar de la misma manera, usar las mismas palabras, hacer las mismas cosas? ¿Dónde está esa originalidad, esa creatividad que nos llena la boca pero que luego penalizamos? Yo todavía me resisto a rendirme. Sí, puede que no tenga las mejores ideas, pero no intentes cambiarme para ser como tú…es frustrante. Y ahora más cuando me estoy formando como profesora y me doy cuenta de que no quiero cometer os mismos errores. Quiero que mis alumnos piensen, que vengan con ideas, que pongan sus neuronas a trabajar. No hay ideas malas mientras me las puedan argumentar. Si queremos tanto formar emprendedores, primero tienen que aprender a pensar, a ser originales. Tenemos que darnos cuenta de que la clave del futuro es la creatividad.
“No intentes cambiarme para ser como tú”, describes perfectamente el mal de nuestra humanidad.
El otro día lo hablábamos: si un bebé de 1 año viera a su padre volar, ¿se sorprendería?. Seguramente no, porque todavía no habría aprendido que la gente no puede volar. O, mejor dicho, la SOCIEDAD no le habría enseñado que los humanos no pueden volar.
Vivimos pensando que lo establecido es lo correcto. Y no nos damos cuenta de que esos pensamientos arraigados, tradiciones.. lo único que han promovido ha sido la generación de los conflictos que han marcado nuestra historia (raciales, religiosos…).
Una de las cuestiones que considero distinguen la madurez de una persona es precisamente la de ser capaz de discernir cuándo es conveniente seguir lo que dicten los otros (seguir a la masa) y cuándo es lo suficientemente libre como para pensar fuera de lo establecido.
Así que ENHORABUENA por pensar como lo haces!!
Hola Erica,
Eso de volar…me ha hecho gracia. Mi marido intentó volar hasta los 10 años (saltaba desde el armario), hasta que se dio cuenta de que los humanos no podíamos volar. Se ve que a él no se lo había dicho nadie :))
Se ve que he madurado, ya que hace unos años no me lo tomaba tan mal cuando se me pedía renunciar a mis ideas y ser como los otros. Supongo que era el camino más fácil, te ahorrabas enfados. Parece ser que ahora toca coger el otro camino, el difícil.
Pero bueno, aquí os tengo, para compartir mis experiencias y conocer las vuestras.
Un saludo desde Murcia, a ver si te envío un poquito de sol murciano 😉
Hola Ana y Erica, gracias a las dos por las reflexiones que estáis compartiendo con todos nosotros.
Creo poder entender lo que comentáis las dos, es difícil, muchas veces hasta doloroso, ver como de repente sientes estamparte contra una pared por no compartir el mismo punto de vista que tu interlocutor (o jefe, compañero, cliente, profesor).
Os podría detallar diversas situaciones, en las que he entendido actuar de la manera correcta, y luego del «fracaso», contrastar los hechos y las circunstancias y confirmar que se había actuado bien, y que me han hecho sentir…. como un completo idiota.
Son situaciones como con empresas con las que empiezas a trabajar, y que te están pidiendo un trabajo técnico (buscar información, contrastarla y explicársela) y que al final realmente sientes que desprecian el material entregado, porque «lo que necesitan son datos concretos de quién compra eso, con quién hay que negociar». Vaya, usted lo que me pide una a lista de contactos contrastados, no información sobre si su producto se va a vender o no. Pues nos hubiéramos ahorrado los dos trabajo y dinero, se compra una base de datos, sobre ella se trabaja y confirman las intenciones y le entregamos un listado para que su personal haga la venta. Y no estar tres meses trabajando, para…. no conseguir el objetivo. Si me lo hubiera explicado antes o hubiese sido sincero conmigo, pues nos habría ido a los dos mejor.
Pero como al final dependemos de nuestra reputación, de nuestro trabajo, o de la puntuación que le asigne ese profesor a nuestro trabajo o de las recomendaciones que hagan nuestros clientes sobre el trabajo realizado, no queda más remedio que asumir la frustración, desahogarte dentro de tu círculo de confianza y seguir (y de esto os aseguro que me he casado con una santa, porque mira que me tiene aguantado).
Me ha gustado mucho el comentario que habéis hecho las dos sobre volar, sobre si los niños pueden ver normal que se vuele, o cómo o cuándo se descubre si se vuela o no. Me ha parecido maravilloso, mis felicitaciones.
Quisiera, con vuestro permiso dejar una pregunta.
¿Y por qué no se trata realmente de que nos digan que quieren aprender a volar?
Yo no sería capaz de enseñar a volar a nadie, más que nada porque yo no vuelo, nunca he podido, ni creo ahora que pueda hacerlo. Pero sí me considero capacitado de acompañar a alguien a lo más cerca que puede ser volar. Le diría: ¿Ha probado usted el paracaidismo? ¿O navegar en ultraligero? Sea sincero y le seré más útil.
Entiendo lo que habéis escrito las dos como un choque entre nuestras capacidades, y la falta de sinceridad o de comunicación frente a nuestro interlocutor. Y eso, en mi opinión, es siempre un camino difícil, siempre vamos a tenerlo.Y también comentaros que mientras seamos conscientes de nuestras capacidades (con sus virtudes y sus defectos), seamos coherentes y profesionales con nuestros actos y tengamos el equilibrio suficiente para afrontar estas situaciones, nos costará más o menos, pero al final se llega al objetivo. Hay días mejores y peores.
Un saludo,
Manuel
Hola Manuel,
Creo que los que trabajamos en este mundo tenemos que estar casados con santos porque si no…
Yo veo que la gente no sabe muy bien decir lo que busca (a pesar de hablar mucho), quiere que seamos “mediums” y adivinar… y si es posible hacerlo a su manera. Creo que tenemos que aprender a explicarnos mejor, a razonar y así todos trabajaremos más a gusto. Desde pequeños se nos impone una manera de pensar, de trabajar y llegamos a una edad que hasta nos da pereza pensar, queremos que otro lo haga por nosotros. Y yo me incluyo entre ellos (algunas veces). Supongo que por esto me puse a escribir este blog, para salir de ese letargo. Empece a sentir que mis ideas ya no fluyan como yo quisiera, que mi mente se volvía perezosa. Esta vez no pienso volver a ser una más y supongo que por esto me lo he tomado tan a pecho y me he vuelto un poco “criticona” con esta entrada. Pero no me arrepiento. Como dices tú, habrán días peores,pero lo tengo asumido.
Un saludo