Cuando era pequeña me encantaba leer cuentos porque siempre aprendía algo. Esta vez me gustaría compartir con vosotros un cuento que por desgracia está inspirado en la realidad.
Érase una vez, allá por el tiempo del rey que abdicó, un noble empresario y una pequeña empresa. Un día, viendo por la ventana como las caravanas no paraban de salir a lejanos países, decidió buscar un noble caballero que le lleve sus preciosos productos allá donde no sale el sol.
Llegaron caballeros de todas partes, uno más preparado que otro, ansiosos de tener en sus manos los alabados productos. Los días pasaban y ningún caballero se quedó con los productos. Dicen las malas lenguas que el noble empresario no tenía dinero para pagarles y quería un caballero miembro de la familia de los “Autónomos”. Parece ser que los Autónomos tenían fama de trabajar a comisión y este noble empresario pensaba que así se ahorraba mucho dinero en el famoso proceso de “internacionalización”. Después de no más ni menos 7 días, en la pequeña empresa entró un caballero que decía conocer el mundo y que los productos van a llegar tan lejos que la sala del tesoro se llenaría. Y el caballero, que decía llamarse Pobre Autónomo, empezó a trabajar con esos deseados productos.
Nadie sabía el secreto de Pobre Autónomo: tenía en su poder una lista de contactos en los diferentes reinos de alrededor. Pobre Autónomo empezó a contactar hasta con los súbditos de un reino cuyos altos gobernantes llevaban turbantes. No tardó mucho en recibir buenas noticias, los productos eran interesantes y tanto los nobles de turbantes como los de cabeza descubierta empezaron a pedir más información. Pobre Autónomo envió a la empresa todas esas preguntas, ya que él no había recibido todos esos datos técnicos. En la empresa nadie hablaba otro idioma que no llevara la ñ y nadie quería recibir más trabajo. Pobre Autónomo no recibía ninguna respuesta, insistía y cuando ya recibía una, era para decirle que no tenían ese documento o información y que se apañe con lo que tiene. Pero Pobre Autónomo no desistió, empezó a trabajar con un brujo llamado Internet que le ayudaba a responder a todas las preguntas de sus contactos, sin la certeza de que sus productos tuvieran las mismas características. Y así llegó a dedicar más tiempo a buscar información, hacer fichas y traducir que a buscar clientes. También aprendió a mentir, a inventarse excusas para que sus contactos no piensen que era tan lento en responder. Y por fin, llegaron los pedidos.
Los pedidos no paraban de entrar y el empresario ya pensaba en su nombramiento como Conde Exportador. Pobre Autónomo pensaba que su trabajo había terminado y ahora toca volver a su lista mágica y conseguir más clientes. Pero la empresa le guardaba más sorpresas: no se sabía quién se iba a encargar de preparar el pedido, quien iba a pedir los certificados…. Y no salía ningún pedido, los clientes preguntaban por ellos, Pobre Autónomo no recibía ninguna respuesta concreta… Y el pedido que tenía que salir a principios de la primavera iba a salir probablemente a finales de la misma. Y por arte de magia, los clientes se transformaron otra vez en contactos, ya nadie quería esos productos y Pobre Autónomo, para no perder su lista, se vio obligado a buscar otros productos para vender en otros reinos. Y la empresa decía por allí que toda la culpa la tenía Pobre Autónomo, por no implicarse más.
Y el cuento se acabó, cuando lo vuelva a encontrar, lo volveré a contar.
Muy bueno y certero en muchas ocasiones.
Felicidades y gracias por compartir tu tiempo.
Gracias y espero verle más por aquí. Intentaré no aburriros.
es un historia que mucho de cierto y mas aun cuando en estos tiempos las empresas no se involucran con los procesos. Las oportunidades comerciales estan a la vuelta de la esquina y muchos Pobres Autonomos estan preparados para salir a internacionalizar los productos. El Cliente es lo primero pero tambien lo primero es estar preparado para recibir y responder los pedidos.
Tienes mucha razón Jose. Hay muchas oportunidades comerciales pero en el mismo tiempo hay muchas empresas deseando vender. Con lo cual ya no nos permitimos el lujo de «probar el mercado» porque ya nadie te da una segunda oportunidad. Y las empresas no se dan cuenta que esa oportunidad te la da tanto el agente como el cliente.
Interesante cuento que me suena a miles de historias de «mas de lo mismo»
Por desgracia sí, hay muchas historias por estilo.
[…] tan original, pero esta vez no voy a hablar del proceso de internacionalización, creo que el El cuento de la empresa que no quería vender ya toca un poco este tema. Hoy me voy a centrar en algo que también afecta a los que trabajamos […]