Lo mejor del fracaso

éxito y fracaso
Foto: globedia.com

Desde cuando me vine a España me di cuenta de que la gente tiende a ocultar o a no hablar del fracaso, si preguntas a alguien porque no ha conseguido tal cosa te mira como si le preguntara si tiene hemorroides. Perdonad por la comparación, ya sé que es un poco desafortunada, pero otra cosa no me ha venido a la mente. Hablando con conocidos, todos me dan la razón, aquí no se acostumbra a hablar del fracaso, suele ser algo tabú.  Y por esto mucha gente no se atreve a empezar cosas nuevas, por el miedo al fracaso, a que dirán los demás. Esto de “los demás” la verdad que me hace gracia porque yo soy un poco más salvaje no me importa mucho las opiniones ajenas…y mucho menos de las personas que no conozco.

Puede que no sea muy vieja para tener muchos fracasos, pero algunos sí que he tenido. Y mirando atrás, pienso que ha sido lo mejor que me ha podido pasar. Voy a volver un poco al pasado y os voy a contar como llegue a España, un país en el que nunca había soñado. Digamos que para mí España era solo un país para visitar alguna vez en esta vida y nada más. Allá vamos. Cuando estaba en el segundo de carrera me entere que había unas becas Erasmus, unas que te permitían estudiar unos meses fuera y encima te pagan. En el año 2005 Rumania no estaba todavía en la UE, poca gente de clase media (como mi familia) pensaba en viajar fuera del país y becas Erasmus habían muy pocas, unas 15 para toda la facultad (y habían unos 1.500 alumnos por curso). En estas condiciones, el que obtenía una beca de estas era un afortunado. Por suerte, en esos tiempos mi universidad quería ofrecer la posibilidad de salir fuera tanto a ricos como a pobres, así que decidió ofrecer menos becas pero con unas cuantías que cubrieran casi todos los gastos. Lo único que necesitabas eran unas notas muy altas durante el curso académico y sacar una nota igual de alta en el examen de idiomas y la entrevista. En esos tiempos me encantaba el francés, había estudiado este idioma desde muy pequeña, así que pensé que el mejor país para irme seria Francia. Muy confiada en mi misma, me presente al examen de francés y no saque la máxima nota, pero estaba muy cerquita. Parece ser que no fue suficiente y había gente que sabía más francés que yo…así que me quedé justo por debajo de la lista de los “afortunados” con una beca. Os podéis imaginar la desilusión; no estaba muy acostumbrada al fracaso, siempre sacaba las mejores notas, era la primera (o la 2º) y esta vez tuve que tropezar para darme cuenta de que había gente más preparada. Después de un corto periodo de “duelo” empecé a recapacitar y a pensar en las opciones que quedaban. Podría presentarme a la siguiente convocatoria de becas, pero claro esta era mi última oportunidad, con lo cual ya no podía fallar. Tenía 2 opciones: hacer los exámenes en los idiomas que ya conocía (inglés y francés) o aprender otro. Antes de tomar esta decisión, me puse a mirar un poco las listas de candidatos Erasmus de los últimos años y tuve una revelación: todo el mundo iba con inglés a los países que no eran de habla inglesa (Italia, Portugal, España), pero si ibas con el idioma del país, recibías más puntos. ¡Eureka, había descubierto la solución! Me voy a presentar con un idioma diferente del inglés o francés. Hice una pequeña investigación por la ciudad para ver que otros idiomas se ofrecían y la opción que más me convenció estaba más clara que el agua: justo al lado de la universidad había un centro de español que ofrecía cursos a partir de octubre, así que tenía 7 meses para prepararme. Los conocidos me decían que era una locura estudiar un idioma en tan poco tiempo y encima pretender hablarlo fluido (como se pedía en el examen de idiomas). Parecía que todo apuntaba a otro fracaso, pero la desesperación o la motivación (no sé qué me daba más fuerzas) eran más fuertes que la razón.  Así que durante 7 meses estudié español como si de esto dependiera mi vida, creo que nunca en esta vida he dedicado más horas a una asignatura. Mi profesora “flipaba” conmigo, a los 4 meses ya me había estudiado toda la gramática por mi cuenta y en clase ya empezaba a aburrirme. Por fin salió la convocatoria, me presenté al examen, luego a la entrevista y…fui la primera en conseguir una beca Erasmus para España: un momento de gloria bien esperado. Un mes después me presenté también al examen DELE de español nivel avanzado (era un B2 en esos tiempos) y también lo aprobé. Así que aprender un idioma en 7 meses y llegar a un nivel bastante bueno no es imposible. Tengo que reconocer que desde entonces nunca he tenido esa motivación tan fuerte, a veces la echo de menos, pero sé que llegada una situación de este tipo, hay fuerzas dentro de mí que me ayudarán a salir adelante.

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Todavía guardo el listado, por si me falta la motivación de entonces

Con esta pequeña historia quiero demostrar que el fracaso no es un final, sino un comienzo de otro camino. Fracasar nos puede abrir la mente, hacernos ver otras opciones que antes no habíamos considerado y puede que el éxito sea más dulce en estas condiciones. Yo una cosa la tengo clara: el fracaso no está para hundirme, sino para abrirme otras puertas. Se dice que si se te cierra una puerta, entra por la ventana. La verdad es que entrar por la ventana lo veo incómodo, así que recomiendo entrar por una puerta más grande…o derrumbar un muro.

 

8 thoughts on “Lo mejor del fracaso

  1. Ana, efectivamente en España el fracaso esta muy mal visto, parece que casi nadie recuerda que de los errores se aprende más que de lo aciertos.
    Un saludo.

     
    • Así es, a veces creo que es algo que tiene que ver con la cultura latina. En mi familia tampoco se hablaba mucho del fracaso, siempre se me decía que tenía que ser la primera, no equivocarme. Con el tiempo (y con la madurez) aprendí que no pasa nada si se fracasa algunas veces. Si todos lo hacemos bien a la primera, que sería de este mundo? Supongo que llegaríamos a ser extraterestes (en cuanto al nivel tecnológico) 😉

       
  2. Enhorabuena por tu artículo Ana, me ha encantado.

    Y llevas mucha razón en lo que dices. El miedo al fracaso también va muy unido al miedo al ridículo, algo intrínsecamente español.

    Tanto es así que tengo entendido que en algún país del norte de Europa llaman «mal español» al miedo al ridículo.

    Un saludo!

     
    • Hola Miguel Ángel,

      Gracias. Tengo que decirte que el miedo al ridículo también está muy presente en mi cultura, de hecho allí se acostumbra mucho a hacer cosas sin que nadie lo sepa, por si no te sale bien y luego se ríen de ti.¿Tendrá algo que ver el origen latino?
      Esto de «mal español» suena muy interesante. Cuando tenga más tiempo me pondré a investigar, a ver como va esto del «mal»:)
      Un saludo

       
      • Buenas Ana, yo creo que sí. Todos los que pertenecemos a la cultura mediterránea tenemos formas muy similares de actuar y ver la vida.
        La verdad es que lo del mal español estoy seguro que lo leí por algún lado, pero he hecho una búsqueda por Google y no he encontrado nada que lo corrobore 🙁
        Un saludo!

         
        • Hola de nuevo,

          Pues una cosa menos para buscar..aunque tengo que reconocer que tenía curiosidad por conocer el origen de esa expresión.

          Un saludo

           

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